Rev. Dr. Matín Lutero

Sacramentos

El Santo Bautismo  La Santa Cena Oficio de Llaves


El Art. 9 de la Confesión de Augsburgo señala: «En cuanto al uso de los Sacramentos se enseña que éstos fueron instituidos no sólo como distintivos para conocer exteriormente a los cristianos, sino que son señales y testimonios de la voluntad divina hacia nosotros para despertar y fortalecer nuestra fe. Por esta razón los Sacramentos exigen fe y se emplean debidamente cuando se reciben con fe y se fortalece de ese modo la fe».

En la antigua Roma, el «sacramentum» era un pacto solemne que se realizaba entre un amo y su servidor, o entre un maestro y su discípulo. Este pacto indeleble se basaba en la fidelidad; en primer lugar del amo para con su servidor, y en segundo, del servidor hacia su amo. Así, el Sacramento implicaba una alianza inquebrantable basada en la fidelidad, confianza y en el provecho mutuo. Era un pacto sagrado y continuo. Ahora, el uso en la Iglesia de la palabra «sacramento» se relaciona íntimamente con traducción latina del concepto de griego «myterión» (=misterio), por el cual se da a entender que los Sacramentos son y serán siempre un misterio que proviene de Dios, que no hay que razonarlos, sino que se han de creer desde la fe. Aún hoy la Iglesia habla de los Sacramento como «los misterios de nuestra fe»; una muestra más del poder y amor de Dios por nosotros.

En general hay dos tipos de ritos, los que comúnmente llamamos «Ritos de la Iglesia» que son: la bendición matrimonial, los funerales, los ritos de confirmación, la unción de enfermos, etc. Estos ritos tienen como fundamento la necesidad del ser humano de contar con la bendición de Dios ante las distintas etapas y situaciones de la vida. En segundo lugar, pero con una mayor trascendencia, tenemos los «Sacramentos». Los Sacramentos tienen su fundamento en Dios mismo, y no en las necesidades de las personas. Es un don especial de fe que nos ofrece Dios, y lo hace sólo por gracia (=gratis), es decir, porque Él quiere y sin que nosotros lo merezcamos. Así, lo único que hacemos los cristianos es recibirlos con fe y alegría en la Comunidad. Hay dos muestras únicas de este maravilloso don eterno de Dios que son el «Santo Bautismo» y la «Santa Cena» (o también Comunión o Eucaristía).

Jesús nos enseñó a vivir la fe en comunidad y a amar a nuestros prójimos. Sabiendo lo difícil que es para nosotros lograr esto, nos dejó los Medios de Gracia (el Evangelio y los Sacramentos), es decir, medios por los cuales Dios actúa y obra en nosotros. Hablamos de 2 Sacramentos: el Santo Bautismo y la Santa Cena. Los Sacramentos son dados por Dios para sellar en nosotros su promesa del perdón de pecados y de vida eterna por medio de la fe en Jesucristo. En los Sacramentos se unen al menos estos 4 elementos desde la fe de la Comunidad:

  • Un Mandato de Jesús en la Biblia
  • Una Promesa de Bendición de Dios
  • un elemento visible (agua – pan y vino)
  • un elemento invisible (la gracia de Dios)

Acorde con las Sagradas Escrituras, Lutero encontró que la forma en que Dios más se entrega a nosotros es a través de los mandatos del mismo Jesús a sus discípulos: «Vayan y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28:19) y «Tomen, coman y beban, esto es mi cuerpo…» (Mateo 26:26). No hay otros Sacramentos. La confesión, el matrimonio, la ordenación, etc. quedan como “ritos de la iglesia” para el bienestar y beneficio de la vida en Comunidad.

El Santo Bautismo  La Santa Cena Oficio de Llaves