El Culto Cristiano

Los cristianos, alrededor del mundo, nos reunimos el día Domingo para encontrarnos con Dios y con su comunidad de santos, para interactuar con Él, para conocer su amor, recibir sus dones, y para expresar nuestro agradecimiento por su cuidado y bendición. Este es el significado del culto.

¿Culto o Misa?

¿Cómo se llama correctamente la reunión celebrativa que tenemos todos los domingos en nuestras congregaciones? Dentro del mundo protestante encontramos diferentes términos. En el mundo de habla alemana se utiliza la palabra Gottesdienst, que ha sido traducida al castellano como Servicio Divino. En el mundo de habla inglesa se utiliza la palabra Service, que significa Servicio (también la palabra Worship, que significa adoración). También, proveniente del mundo de habla inglesa, se utiliza Santa Comunión (Holy Communion) como nombre para la celebración, dado que ésta constituye el elemento central de la celebración. En el mundo latino utilizamos la palabra Culto (en francés Culte) para referirnos a nuestras celebraciones litúrgicas. Finalmente no podemos dejar de mencionar la palabra Misa, que es el nombre que tradicionalmente ha utilizado la Iglesia para denominar a la celebración por excelencia. Cuando Lutero escribió sus dos primeras liturgias, las llamó Misa Latina y Misa Alemana. En las Iglesia Orientales y Ortodoxas se usa la denominación Divina Liturgia para referirse exclusivamente a la Misa.

Los términos que se refieren a la celebración como Servicio [Divino], hacen énfasis en la dimensión divina de la celebración. En este sentido, se entiende que el «Servicio» es un espacio/tiempo creado por Dios para que los cristianos podamos reunirnos en su presencia, orar en comunión, recibir el consuelo del Perdón, escuchar su Palabra, y a recibir sus Sacramentos (Gottesdienst es servicio de Dios y para Dios). La palabra Culto es de uso genérico e incluye en su concepto a nuestra celebración.

¿Qué dicen nuestras confesiones luteranas?:

queremos recalcar... que nosotros no abolimos la Misa, sino que la conservamos y defendemos escrupulosamente. Porque entre nosotros se celebran Misas todos los domingos... y se administra en ellas el Sacramento a quienes lo desean recibir, después de haber sido examinados y absueltos

CONFESIÓN DE AUGSBURGO, Art 24

Todos estos nombres que hemos visto pueden utilizarse correctamente, entendiendo que todos se refieren a la misma realidad celebrativa que Dios nos ofrece por amor. Más allá de que la llamemos Culto o Misa, lo importante es que sepamos lo que señala la Confesión de Augsburgo, en el Art. 24: «Puesto que la Misa no es un sacrificio para quitar los pecados de otros, vivos o muertos, sino que debe ser una comunión en la cual el sacerdote y otros reciben el Sacramento para sí, nuestra costumbre es que en los días de fiesta y en otras ocasiones cuando hay comulgantes presentes, se celebra la Misa, para que comulguen quienes lo deseen». Por lo tanto, la Misa o Culto es la fiesta organizada por Dios para brindarnos su perdón y consuelo a través de la Palabra y el Sacramento.

¿Sábado o Domingo?

Los judíos obedientes a la Ley que Dios diera a Moisés, consideraban el día Sábado como el día específico de adoración al Señor. A esta tradición se le conoce como el Sabath o Sabático, día de reposo y de alabanza a Dios (cf. Éxodo 20:8 « Acuérdate del día sábado para santificarlo» y 31:12-16 «El Señor dijo a Moisés: “…No dejen nunca de observar mis sábados, porque el sábado es un signo puesto entre yo y ustedes, a través de las generaciones, para que ustedes sepan que yo, el Señor, soy el que los santifico. Observarán el sábado, porque es sagrado para ustedes. […] Los israelitas observarán el sábado, celebrándolo a través de las generaciones como signo de alianza eterna.»). Desde entonces que se descansa y se celebra a Dios el día Sábado. Pero con la venida de Jesucristo, la concepción del Sábado cambió, ya que no era realmente funcional para el pueblo ni para Dios (ver Mateo 12: 1-15; Marcos 2:23-28). Más tarde, Jesús sería condenado a muerte y clavado en una cruz. Luego de su muerte, Jesús fue sepultado según la costumbre de la época, en una cueva, y resucitó al tercer día. Ese día de su resurrección fue un Domingo, día que cambiaría al mundo para siempre. Tan profundo fue este hecho milagroso y amoroso de Dios que se llamó ese día en su honor: en latín Dominus, que significa Señor; y traducido al español queda como Domingo: el día del Señor. Desde épocas muy tempranas, ya con los apóstoles, que se celebran los cultos los días Domingos, haciendo especial énfasis en que como en un Domingo resucitó Jesús, eso nos convierte a todos los cristianos reunidos un Domingo, en la comunidad de los resucitados, es decir, el pueblo de Dios que cree en su Resurrección y recibe la Vida Eterna; esto es lo que somos y esto es lo que recordamos y celebramos Domingo a Domingo.

La Comunidad

El culto tiene una dimensión muy importante y es la de la Comunidad. El culto no es solo el día especial para alabar a Dios, sino también el día en el cual se reúne toda la Comunidad. Porque «donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mateo 18:20). Estas palabras de Jesús nos dicen que a Dios se le alaba en Comunidad. Es aquí en el mundo, con nuestros semejantes, pecadores igual que todos, que recibimos el perdón y el amor de Dios, todo por gracia y sin que lo merezcamos, pero nosotros por su parte, nos comprometemos a vivir desde la fe y eso implica buscar la voluntad de Dios y seguir sus mandamientos. Por otro lado, también reconocemos que Dios está presente en su Palabra, leída y predicada, y que viene realmente en Cuerpo y Sangre hacia todos los creyentes en su Santa Cena, renovando nuestras vidas en Jesucristo. Y donde está Dios, están sus dones de salvación, paz y alegría. De aquí tenemos entonces que el culto es la reunión de la Comunidad creyente en Dios que necesita de su perdón, enseñanza y nueva vida para  continuar su peregrinación por el mundo hasta que él los conduzca a la Vida Eterna.

Por supuesto que también otras aspectos del culto que colaboran en nuestra espiritualidad, como la música, arquitectura de los templos, las imágenes, etc. La belleza visual y auditiva puede ser placentera y hacernos bien. La apertura y bienvenida de los que se encuentran a nuestro alrededor y el compartir nuestra alegría son muy importantes. Confesar nuestra fe con otros cristianos nos fortalece. Pero lo que va más allá de cualquier otra cosa es la verdadera presencia y poder de Dios, reveladas en la comunidad que se reúne en su Nombre y disfruta de su gracia y bendición.

Esto no sería posible si no fuera por Jesucristo, porque el amor de Dios es en Jesús. Así es como Dios nos trajo cerca suyo. Jesús se hizo humano para rescatarnos. Porque Él murió por nuestros pecados, nosotros vivimos. La fe en Jesucristo nos trae estos regalos y nos une a Dios. Estar con Él es la razón por la que nos juntamos los domingos. Por eso, nuestra liturgia se centra en Jesús y en su Santa Cena, quién reveló la plenitud del amor de Dios. En Él nosotros encontramos a Dios (Emmanuel = Dios con nosotros).

Las partes del Culto Cristiano

Así como cuando visitamos a nuestros padres, normalmente compartimos una conversación y una comida (sobre todo cuando celebramos algo), lo mismo ocurre en el Culto. Dios hizo algo que sólo Dios podía hacer: tornar nuestros corazones hacia Él y transformar nuestro pecado en amor. Dios hace esto cada domingo al venir a nosotros con su Perdón, su Palabra y sus Sacramentos.

El Culto comienza con nuestra Confesión, arrepentimiento y el perdón misericordioso de Dios. Eso nos hace aptos para recibir su Palabra y sus Sacramentos en armonía y en contacto con Dios: primero le conocemos en el perdón, luego lo recibimos en la Palabra y finalmente se hace presente entre nosotros en la Comunión. Cuando los estos elementos se encuentran juntos en un solo evento, existe una plenitud de encuentro con Dios. Antiguamente la Confesión se hacía antes del Culto y no formaba parte de éste, sino que era una preparación necesaria para poder acceder de buena manera a los misterios de Dios. Es por esto que algunos consideran la Palabra y el Sacramento, como las partes fundamentales del Culto. Estos tres elementos, dan forma y una estructura básica a nuestro Culto, estableciendo un equilibrio entre los maravillosos dones de Dios y nuestra respuesta. Dios viene a nosotros y nosotros le respondemos con cantos, con un corazón renovado y con obras que emanan de la fe que Dios nos dio.