Rev. Dr. Martín Lutero

Credo Apostólico

Catecismo Menor  El Padre Nuestro Los 10 Mandamientos Sacramentos


Como un jefe de familia debe enseñarlo en forma muy sencilla a los de su casa.

La Iglesia Luterana, como parte de la única Iglesia de Jesucristo comparte con la mayoría de la Cristiandad histórica y tradicional los tres Credos Ecuménicos (= “Ecuménicos” en cuanto representan a la comunión de todo el Cristianismo). El Credo Niceno, del año 325 (y corregido en 381 en Constantinopla), el Credo Atanasiano (ca. siglo V) y el Credo Apostólico (ca. siglo VI). Cuando los cristianos confiesan uno de estos Credos, afirman lo que tienen en común: están bautizados en esta fe y se reúnen en el nombre de Dios para ser fortalecidos en la fe.

Los Credos nacen de la necesidad de la Iglesia antigua por contar con un fundamento claro en cuanto a los valores y creencias incuestionables de la fe cristiana, así como también, de la búsqueda de unificación de las doctrinas y dogmas de fe (p. ej. la Trinidad, la doble naturaleza de Cristo, etc.). Ante las arremetidas de diferentes movimientos no-cristianos, como los arrianos, docetistas y gnósticos*, los obispos de la época se reunían durante largo tiempo hasta encontrar la solución a las diferentes y problemáticas que acontecían a la Iglesia y a su vida en común. Esta solución era representada mediante un Credo, el cual explicaba lo que era correcto creer y lo que no, algo imprescindible para que la Iglesia pudiera crecer sin divisiones ni corrupción ante interpretaciones erróneas de la Biblia. Vale destacar que los Credos no son extractos de la Biblia, sino tratados teológicos que intentan resumir la doctrina y el mensaje que hay en ella, mencionando las creencias básicas que nos unen a todos los cristianos. De aquí que el Credo, ante todo, es Trinitario; intenta explicar la Trinidad que es Dios, uno solo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por toda la eternidad. Desde el conocimiento de Dios Trino es que confesamos la resurrección y la doble naturaleza de Jesús (divino-humano), el milagro de concepción virginal en María, la Comunión de los Santos, el Perdón de los Pecados, la Resurrección y Vida Eterna, etc. Cuando nosotros, los creyentes, confesamos nuestra fe a través del Credo, reafirmamos todos juntos lo que sabemos sobre Dios y nos unimos como una sola Iglesia Cristiana o Universal (=Católica) inspirada por el Espíritu Santo. Cuando decimos el Credo no estamos orando, sino que estamos confesando, es decir, dando testimonio vivo de nuestra fe de una manera sencilla y resumida.

Usualmente en los cultos utilizamos el Credo Apostólico, ya que es el más resumido de los tres y nos presenta una doctrina trinitaria bastante explícita, pero en las fiestas de la Iglesia se debería utilizar el Credo Niceno, que es el primero y fundamento de los otros. Con el Credo, primero reconocemos que Dios Padre hizo todo lo que existe en la tierra y en el universo, y que éstas son muestras de su infinito poder y su amor por la humanidad. Luego reconocemos a su Hijo Jesucristo que es Dios y ser humano, el Hijo de Dios, que vino a la tierra para acercarnos a Dios, pero terminó siendo crucificado pagando por nuestros pecados. A pesar de haber muerto, haber sido sepultado y haber sentido la lejanía de Dios (=infierno), fue levantado de entre los muertos y subió al cielo dando paso a la resurrección de los muertos; la mayor esperanza cristiana de una vida en completa comunión con Dios a través la fe. Él vendrá de nuevo a juzgar a todos, vivos y muertos, para llevarnos con Él hacia la Vida Eterna. Finalmente, confesamos que el Espíritu Santo también es Dios y actúa en el mundo inspirando y fortaleciendo en la fe a los seres humanos. A través del Espíritu Santo es que recibimos la fe y manteniéndonos en la Santa Iglesia Cristiana y la Comunión de los Santos (=de los bautizados). Por la fe que el Espíritu otorga y por la presencia de Dios que nos entrega en el Bautismo y en la Santa Cena, esperamos ser levantados de entre los muertos en el día de Jesucristo para vivir eternamente en comunión plena con Dios.

Artículo Primero: La Creación

CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO, CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA

¿Qué quiere decir esto?

Creo que Dios me ha creado a mí y también a todas las criaturas; que me ha dado cuerpo y alma*, ojos, oídos y todos los miembros, la razón y todos los sentidos y aún los sostiene, y además vestido y calzado, comida y bebida, casa y hogar, esposa e hijos, campos, ganado y todos los bienes; que me provee abundantemente y a diario de todo lo que necesito para sustentar este cuerpo y vida, me protege contra todo peligro y me guarda y preserva de todo mal; y todo esto por pura bondad y misericordia paternal y divina, sin que yo en manera alguna lo merezca ni sea digno de ello. Por todo esto debo darle gracias, ensalzarlo, servirle y obedecerle. Esto es con toda certeza la verdad.

Diciendo que Dios es Padre, Creador y Todopoderoso confesamos que Dios está sobre todas las cosas y que todo ha sido Creación suya. Sin importar el camino ni la hipótesis (ciencia vs. creacionistas) lo importante es reconocer que Dios es Creador y es nuestro Creador. El segundo atributo, Todopoderoso, nos habla de que no existe competencia para Dios, es decir, esto exime, para nosotros, la posibilidad de la existencia de ningún otro ser parecido a algún tipo de “dios” que no haya sido creado por Dios y que Dios mismo no controle (p. ej. el conocido “diablo”). Todo esto hace que Dios sea un Padre (y Madre) para nosotros, en cuanto Él nos da la vida y nos sustenta y fortalece para nuestro crecimiento cotidiano en la fe. Dios Padre es «Dios por nosotros» quien por amor a nosotros creó este mundo y es en la vida y en la muerte que nos muestra ese amor paternal y maternal (Gálatas 1:1-5).

Artículo Segundo: La Redención

Y EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR, QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA[1] DEL ESPÍRITU SANTO, NACIÓ DE LA VIRGEN MARÍA, PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO, FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO, DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS, AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS, SUBIÓ A LOS CIELOS, Y ESTÁ SENTADO A LA DIESTRA DE DIOS PADRE TODOPODEROSO, DESDE DONDE VENDRÁ PARA JUZGAR A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS.

¿Qué quiere decir esto?

Creo que Jesucristo, verdadero Dios engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre nacido de la Virgen María, es mi SEÑOR, que me ha perdonado a mí, hombre perdido y condenado por mis faltas, y me ha rescatado y conquistado de todos los pecados, de la muerte y de las obras del mal, no con oro o plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte; y todo esto lo hizo para que yo fuese suyo y viviese bajo Él en su Reino, y le sirviese en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como Él resucitó de la muerte y vive y reina eternamente junto al Padre y al Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén. Esto es con toda certeza la verdad.

Con Jesucristo, el Hijo de Dios, confesamos que Dios se ha encarnado en ser humano para lograr la máxima empatía con nosotros. Así, Dios viene a nuestro encuentro para sufrir, reír, hablar, llorar, caminar, vivir y morir como nosotros. Esto implica que Dios conoce nuestras emociones, nuestros desencantos y desesperanzas, pues vino al mundo para salvarnos de aquellos sentimientos que nos alejan de Él y de su Salvación. Jesucristo, que es el “Emmanuel” «Dios con nosotros» (Mateo 1:29) e Hijo amado de Dios (Mateo 3:17), viene al mundo para renovar de una vez y para siempre el Pacto eterno de Dios con la humanidad, siendo el último “cordero sacrificado” por quien obtenemos el perdón de los pecados (en la época del AT se sacrificaban animales para “agradar” a Dios y lograr su “amistad” con el pueblo).

Ahora ya no depende únicamente de nosotros, sino que Dios mismo se sacrificó para mostrarnos su amor por su creación y su intención de que nuestras vidas se salven en Él por la fe y la entrada a la Vida Eterna.

La confesión habla de su concepción en el Espíritu Santo y María virgen dejando clara su doble naturaleza: totalmente Dios y totalmente ser humano. La virginidad de María no refiere a ningún aspecto sexual, si no que nos habla del milagro que se realiza en su vientre al ella ser virgen. Si esa virginidad continuó o no luego del nacimiento de Jesús es algo “adiáfora”, es decir, sin relevancia fundamental para nuestra fe.

Por su parte, la referencia a Poncio Pilato se utiliza para demostrar que Jesús es un personaje histórico real de una época particular del Imperio Romano y el Pueblo de Israel.

Jesús muere, es sepultado y va a los “Infiernos”, es decir, que conoce el dolor, la muerte, el sepulcro y la “lejanía de Dios” (del latín “infernum”)*, logrando su mayor empatía con la humanidad. El infierno no es un lugar (como se cree comúnmente), sino un estado de lejanía de Dios. Finalmente esta parte del Hijo de Dios nos habla de su Parusía o segunda venida, la cual es esperanza de todos los cristianos para la llegada del “Día de la Resurrección”. Es para la vuelta de Cristo al mundo, que sucederá la resurrección de vivos y muertos, mientras tanto, estamos tanto vivos como muertos, en la espera (=esperanza) de la resurrección (1ª Corintios 15:12-28). El «juicio» de Dios se dará en base a la justificación lograda por Jesús en la cruz, es decir, que por la fe, no tendremos un juicio “temerario” sino un juicio de reconciliación en el cual seremos llevados por Cristo hacia la gloriosa resurrección y Vida Eterna, en cuanto Él ya ha “pagado” por nuestros pecados y ha recibido el castigo que merecíamos nosotros en la cruz. De aquí que la “Justicia de Dios” es distinto a la justicia de los hombres, que intenta buscar culpables y castigar; Dios en cambio, intenta liberarnos de las culpas y justificarnos (=hacernos justos) para gozar de su amor y Vida Eterna. De aquí la gran liberación que Cristo ha hecho, que nos ha librado de las ataduras del pecado y la muerte, abriéndonos las puertas de la verdadera vida en la tierra y en el cielo a través de la fe.

Artículo Tercero: La Santificación

CREO EN EL ESPÍRITU SANTO. UNA SANTA IGLESIA CRISTIANA, LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS, EL PERDÓN DE LOS PECADOS. LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE Y LA VIDA PERDURABLE. AMÉN.

¿Qué quiere decir esto?

Creo que ni por mi propia razón, ni por mis propias fuerzas soy capaz de creer en Jesucristo, mi Señor, o venir a Él; sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el Evangelio, me ha iluminado con sus dones, y me ha santificado y conservado en la verdadera fe, del mismo modo como Él llama, congrega, ilumina y santifica a toda la cristiandad en la tierra, y la conserva unida a Jesucristo en la verdadera y única fe. En esta cristiandad Él me perdona todos los pecados a mí y a todos los creyentes diaria y abundantemente, cuando los confesamos y nos arrepentimos desde la fe, y en el último día me resucitará a mí y a todos los muertos y me dará en Cristo, juntamente con todos los creyentes, la Vida Eterna. Esto es con toda certeza la verdad.

La Iglesia Cristiana está íntimamente unida al Espíritu Santo, en cuanto le consideramos como «Dios en nosotros». Es Dios que está presente en nuestras vidas y es el defensor y consolador nuestro durante toda nuestra vida. En Espíritu Santo somos sellados en el Bautismo, es Él quien nos da la fe, y es en Él que recibimos la sabiduría y fortaleza para vivir nuestras vidas buscando la paz. Por el Espíritu de Dios tenemos la vida (soplo de vida) y gracias a Él podemos “sentir” la presencia de Dios en nuestras experiencias de fe. Es en el Espíritu Santo que se une toda la «Iglesia Cristiana o Católica (=universal)» y que conformamos la «Comunión de los Santos», es decir, la comunión de los bautizados y resucitados. Tal como dice el Credo –a diferencia de lo que muchos piensan– la resurrección que nos trae Cristo es del cuerpo (carne) y no del “alma” (que es un término más atado a la filosofía griega que la fe cristiana). Nuestra resurrección es en un nuevo cuerpo y en un nuevo espíritu nuevo, de una vez y para siempre, toda la comunión de los santos unidos en la fe, como una única y gran comunidad cristiana (1ª Corintios 15:35-58). Así, es que somos invitados a vivir nuestra esperanza en la resurrección y también nuestra Vida Eterna en comunidad, unidos vivos y muertos en la misma fe y espera en Dios. Esto es fundamento de nuestro consuelo ante la muerte, ya que mediante el Pacto que Dios ha hecho con nosotros en nuestro Bautismo, estamos íntimamente unidos todos los “santos”, es decir, los bautizados vivos y muertos, en la fe que conduce a la resurrección. De aquí que tanto vivos como muertos, somos la “comunidad de los resucitados” que viven una esperanza común hacia la Vida Eterna junto a Dios.

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Notas al pie


* Los Arrianos fueron un movimiento liderado por un obispo llamado Arrio que sostenía que Jesús no podía ser Dios, sino que sólo era hombre. El arrianismo fue condenado como herejía por el Concilio de Nicea (325).

Los Docetistas eran aquellos que sostenían que Jesús sólo “parecía” hombre (gr. dokeo: “parecer”) y que no había sufrido la crucifixión, ya que su cuerpo sólo era aparente y no real. La doctrina docética, enraizada también en el dualismo gnóstico, dividía tajantemente los conceptos de cuerpo y espíritu, atribuyendo todo lo temporal, ilusorio y corrupto al primero y todo lo eterno, real y perfecto al segundo; de ahí que sostuviera que el cuerpo de Cristo fue tan sólo una ilusión y que, de igual modo, su crucifixión existió más que como mera apariencia.

Los Gnósticos fueron el movimiento herético más poderoso y que hizo temblar las bases de la Iglesia durante los tres primeros siglos del Cristianismo, convirtiéndose finalmente en un pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos. Se trata de una doctrina, según la cual los iniciados no se salvan por la fe en el perdón gracias al sacrificio de Cristo sino que se salvan mediante la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino, que consideraban era un conocimiento superior a la fe. Ni la sola fe ni la muerte de Cristo bastan para salvarse. El ser humano es considerado autónomo para salvarse a sí mismo. El gnosticismo es una mística secreta de la salvación. Se mezclan sincréticamente creencias orientalistas e ideas de la filosofía platónica. Es una creencia dualista: el bien frente al mal, el espíritu frente a la materia, el ser supremo frente al demiurgo, el alma frente al cuerpo.

* El concepto de “alma” proviene del “ruaj” hebreo que significa “soplo (de vida)”. En la antropología bíblica se entiende al ser humano como cuerpo (polvo) con vida (soplo), como aparece en el Génesis 1-3. De aquí que cuando alguien muere se suele decir que “expiró”, es decir, tuvo su último aliento de vida.

[1] Esta traducción sigue el uso común en el mundo de habla hispana, al decir “por obra del Espíritu Santo”. El texto de Lutero, sin embargo, dice simplemente “concebido del Espíritu Santo” (empfangen vom Heiligen Geist), de acuerdo con el texto latino “Conceptus est de Spiritu Sancto”.

* Es interesante ver que el diccionario de la RAE presentas ambas interpretaciones del infierno, la tradicional medieval y la actual desde el contexto: Lugar donde los condenados sufren, después de la muerte, castigo eterno (1º); y Estado de privación definitiva de Dios (2ª).